Acércate a descubrir, disfrutar y experimentar el universo de los mandalas.

miércoles, 25 de febrero de 2009

Mandalas como herramienta pedagógica


Durante el ejercicio de mi profesión como docente en la enseñanza secundaria, había estado trabajando con mandalas incluso sin ser apenas consciente de ello. Sólo pensaba en confeccionar yo misma ejercicios bonitos y atractivos que motivaran al alumnado a la hora de desarrollar los temas de dibujo geométrico.
Hasta que un día, en los albores del año 2000, alguien me hizo recordar que eso que hacíamos en clase eran mandalas. Un viejo concepto que conocía, había experimentado y cuyo alcance tenía olvidado. A partir de ahí seguí utilizándolos para trabajar ciertos contenidos con los alumnos, pero ofreciéndolos de forma expresa y abierta con la intención de abrir la mente y abarcando algo más que el mero aspecto geométrico de diseño y color.
Poco a poco, curso a curso, despacio y paulatinamente, fui elaborando experiencias con mandalas que incluían algún ejercicio de respiración y una breve visualización dirigida. Tuvieron en general muy buena acogida por los participantes, resultando no sólo voluntarias y apetecidas sinó además divertidas y gozosas a la par que relajantes.

Colorear o construir y crear mandalas en el ámbito del aula, especialmente si los insertamos en el área de Educación Plástica y Visual, se integra como parte de los ejercicios en que se desarrollan algunos de los temas exigidos por la ley. Por otra parte, las experiencias de simple coloreado con mandalas ya dibujados, inciden en los llamados temas transversales, y favorecen la convivencia y la comunicación, ayudan a despertar y ampliar la capacidad de concentración y cuando menos pueden suponer el regalo de un tiempo de silencio para reconducir el desenvolvimiento del aprendizaje en el aula.

Partiendo de la idea espontánea que expresa Marie Pré (1) del Mandala como dibujo organizado alrededor de un centro, la experiencia nos abre un universo de posibilidades según los casos. Abarca todas las edades, sin discriminación del grado de desarrollo o nivel evolutivo-cognitivo, ya que se puede desplegar en infinitud de grados de complejidad, desde el diseño más simple hasta el más elaborado que incluya punteados, texturas y filigranas.

(1) Pré, Marie: ”Mandalas y pedagogía, acercamiento teórico y práctico”

He observado que ese inicio de buscar y hallar el centro del papel ayuda a encontrar el propio centro y por tanto a centrarse. He ahí el primer paso. Seguidamente trazamos la circunferencia y establecemos con ella un límite, que revierte también en la evidente necesidad de poner y asumir límites, algo indispensable. Más aún si tenemos en cuenta la cantidad de problemas y conflictos que se derivan precisamente de una carencia de límites durante el desarrollo, en especial, en la infancia y la adolescencia.
A través del mandala se puede ir de la dispersión a la concentración, avanzando desde la circunferencia hacia el centro.
O se puede en cambio salir de la timidez hacia la comunicación avanzando desde el centro hacia fuera.

Partimos de tan sólo esos dos elementos: el centro y la periferia. Con ello estamos proporcionando un espacio de manifestación exclusivo y particular para que el ser se exprese desplegando todas las posibilidades individuales y particulares del sí mismo en cada momento. Y con un poco de paciencia comprobamos la satisfactoria incidencia de los mandalas en el aprendizaje.

jueves, 19 de febrero de 2009

Sanando mi relación con el cáñamo


Decidí hacer este mandala hace ya bastante tiempo.
Era un momento en que me desgarraba por dentro enredada en una íntima lucha conmigo misma, relativa a la presencia de los “canutos” en mi entorno inmediato.

Argumentos contrapuestos se agolpaban en mi mente, entre la libertad propia y ajena, entre mi pretensión de respetar y el sentirme transgredida y al propio tiempo falta de razón

Por otro lado mi propio cuerpo se rebelaba, con un rechazo tan aplastante, que me hacía insoportable hasta el rastro del olor en la ropa o en el ambiente, aún cuando no hubiera humo…

Recordé entonces la fuerza y el poder redescubiertos en la creación de mandalas. Me detuve para sentarme a meditar y, entrando en mi silencio interior, me atreví a pedir al Universo la inspiración de un Mandala específico, para ayudarme a sanar en mi interior ese, para mí grave, conflicto.

Deseaba, a través de mi trabajo con este mandala, poder reconciliarme con los canutos y acrecentar en mí la tolerancia y la flexibilidad.
Puesto que había atraído a mi vida a una persona fumadora, que me respetaba y se iba a fumar fuera de casa, me era vital asumir, aceptar y abrazar la situación para evitar el sufrimiento de mi desgarro.
Si en su propósito estaba el seguir fumando toda su vida, el mío es y era la aceptación incondicional, y por tanto eso pedía cada vez que me ponía a trabajar con este mandala.

A tal fin me propuse establecer una sutil conexión con la plantita, como ser vivo que también es, y a través de ella descubrir qué había detrás de la sustancia en sí.
Para ello me hubiese gustado tener delante una planta viva. Pero no me parecía factible.
Una persona amiga me obsequió una pequeña hoja, que aunque seca, al menos estaba entera, aplastada entre las páginas de un libro.
Depositada en mi mano izquierda, la derecha sobre mi corazón y los ojos cerrados, entré en el espacio interior en que mora el revelador silencio. Considerado un espacio sagrado que todos poseemos, bien se le puede llamar el “Maestro Interno”. Permanecí ahí, a la escucha, callada y quieta, durante unos cuantos fecundos instantes, fuera de los límites espacio-temporales, degustando porciones cualesquiera de eternidad, mientras mi alma se abría a una infinita comprensión más allá de lo material.
Quejas, dones y poderes parecían emanar del Espíritu o Conciencia que de algún modo y en algún nivel impregna todo lo que existe y todo lo que ES.

Luego, durante todo el proceso artístico, junto al compás, el papel y las acuarelas, la linda hojita permaneció en mi mesa de trabajo, hasta que el mandala estuvo completo.
Sin usar sustancia alguna, trabajando al aire libre, en ausencia de humos e interferencias, surgían revelaciones que se plasmaban en formas y colores.

En los días que siguieron no se apreciaban cambios notables, internos o externos, tan sólo el pálpito de la fé y la confianza anidando en mi corazón. Y el mandala terminado ahí delante, compartiendo el espacio de nuestra convivencia.

Como con el huevo y la gallina, hoy desconozco qué pudo suceder antes. Cuando me detuve a constatar que mi rechazo había desaparecido, descubrí que, simultáneamente, mi Amor Amado había dejado de fumar.

Mandala para M.


Conocí a esta persona, durante una etapa de mero tránsito para mí, en alguna hermosa villa marinera.
Su porte y su sonrisa alcanzaron a “tocar” mi corazón.
Me comentó algo acerca de sus deseos de trasladarse más cerca de su ciudad natal.
Su particular valoración de mi faceta artística me lo puso muy fácil: decidí iniciar un mandalita como obsequio para ofrecerle.
Sin más explicaciones, me atreví a pedir al Universo que me permitiera canalizar, a través de la creación de ese mandala, la fuerza y energía necesarias y convenientes para atraer las condiciones que favorecieran y agilizaran la realización de su anhelo “de manera perfecta y en armonía para todo el mundo”…
Cuando lo hube terminado se lo entregué. Un sencillo papelito de acuarela con un pequeño mandala que recibió con gratitud, valoró y enmarcó.

Transcurrió un tiempo sin contacto y sin vernos.
Al cabo, un buen día suena mi móvil. Es esta persona. Con su afable alegría me saluda y se interesa por mí.
De pronto me dice:
- ¿Sabes? Tengo colgado ahí delante tu mandala y cada vez que lo miro siento como si me transmitiera energía.

Es agradable oír esto de labios de una persona que parece ante todo científica.
Luego añade que a poco de mi partida ha obtenido un traslado y desde entonces reside en su amada ciudad.

En el mismo instante una sonrisa divina se dibuja por todo mi cuerpo como un gozoso estremecimiento, y desde mi Silencio Interior doy Gracias infinitas al Universo…

domingo, 8 de febrero de 2009

El Mandala actual que me traigo ahora entre manos


Es un mandala personal y está dedicado a B. L.
¡Buenos días B!
Ante todo deseo darte las gracias por la facilidad con que, al querer iniciar tu mandala, he podido acceder a tu alma y participar del preciado regalo de tu sencillez y amor por la simplicidad.
Verás, una tendencia marcada de mi personalidad solía empujarme a rizar el rizo, buscarle cinco pies al gato e ir por los senderos más estrechitos, largos y enrevesados para acabar llegando al mismo sitio…
Trabajar en tu mandala me está ayudando a equilibrar complejidad y sencillez.
El punto de arranque fue jugar con tu fecha de nacimiento. Es lo que suelo hacer con personas cuyo mandala no visualizo de entrada o que acabo de conocer. Me sirve para comenzar a trazar con el compás la primera circunferencia y dividirla en un número concreto de partes iguales.

Era miércoles, el 10 de diciembre de 2008, y apenas iniciado ya surgían ambigüedades y complejidades que me parecían impropias de ti.
Cierto que sólo nos hemos visto una vez y ni siquiera te conozco todavía, pero así es mi trabajo con los mandalas, a veces me muestran los retazos del alma, aunque yo apenas conozca a la persona que lo inspira…
Pasito a pasito, pincel en ristre, fluyen ideas, ajenas a mi propia mente, que parecen provenir directamente del mandala en el que estoy inmersa.
Cada mandala me habla del Ser que alienta la persona protagonista y en ocasiones surgen revelaciones.
Amo la transparencia. Prefiero expresar, tal cual, mi sentir y lo que me llega.
Como por ejemplo, que la simplicidad es el parapeto tras el que te defiendes para ocultar tu vulnerabilidad.
En realidad hay mucha más complejidad en ti de lo que pareces dispuesta a reconocer, aunque es cierto que siempre prefieres ir a lo simple, lo elemental.

¡Enhorabuena! Sabes manejar sencillez y simplicidad externas sin perder el grado de complejidad de tu riqueza interior.

Tras nuestro único y breve encuentro y a falta de más datos por ahora, desconozco este rasgo de ti, pero siguiendo el mandala he de hacerte una llamada de atención sobre la tendencia a ponerte a hacer lo siguiente sin haber terminado lo anterior que te traías entre manos arriesgándote a dejar muchas cosas a medias.
También siento que tu manifiesto rechazo a las complejidades era puro temor a perderte en ellas. No obstante, no dudas en arriesgarte cuando algo reclama tu interés y curiosidad. Pero haces lo posible por simplificarlo para evitar que te complique.
Te gusta lo simple porque te fastidian las complicaciones y todo aquello que aparece ligado a ellas.

Más arriba decía y remarcaba “era” porque noto que ya no es, y que quizá el propio mandala te esté ayudando a disolver los viejos miedos mientras te llenas de Amor.

Surgen cambios, muchos, del aspecto y color de las cosas. Vienen sucediéndose desde el comienzo de tu mandala. Ha habido un lapso de parada y proceso purificador desde finales de año y durante todo el mes de enero. Al retomarlo ahora en febrero cobra una fuerza inusitada, mostrando transformaciones que ya están en marcha.
Creo percibir modificaciones que añaden a tu entorno más intensidad, más alegría, más fuerza, más vida.
¡Eso sí que me encanta!

Por fin voy completando mi parte del trabajo, gracias a que tú también vas haciendo y aportando lo que te corresponde.

Aire, Fuego y Tierra entre Mar y Cielo. Me has inspirado un mandala de lo más completo. LO veo como un globo aerostático que vuela sobre un mar azul intenso bajo el manto celeste y portando consigo un pedazo de tierra.

Ahora encomiendo a tu mandala que desencadene las fuerzas para abreviar tu proceso. Que transforme en gozo y esperanza todos los pasados sufrimientos.
Cuando soltamos el miedo al dolor, a veces inevitable, pero siempre útil y pasajero, aprendemos a dejar que nos atraviese sin bloqueos ni enganches, revelando la valentía y el coraje que llevamos dentro…

RECUERDA: En la esencia misma de nuestro Ser poseemos el germen de todo lo mejor y basta llevar ahí nuestra atención para que empiece a brotar y florecer.

Se despide de ti, con Amor, Maiteresa Mandalita.

viernes, 6 de febrero de 2009

¿Y QUÉ ES ESO DE LOS MANDALAS?


Diccionarios y enciclopedias coinciden: literalmente, la palabra “MANDALA” nos remite al sánscrito y se podría traducir como disco, círculo o forma circular.
Añaden que en el hinduismo y en el budismo es un dibujo complejo de estructura circular que representa las fuerzas que regulan el universo y sirve de apoyo a la meditación.
La palabra Mandala es además conocida como rueda y totalidad. Y se define también como un sistema ideográfico contenedor de un espacio sagrado.
Desde el punto de vista espiritual es un Centro Energético de equilibrio y purificación que ayuda a transformar el entorno y la mente.

Ya en tiempos remotos se utilizaba. Considerados originarios de la India, los mandalas se hallan propagados por todas las culturas orientales y occidentales. También en las indígenas de América así como en las de los aborígenes australianos.
En nuestra cultura occidental, los encontramos al observar las cúpulas de las iglesias. Y con mirada más atenta en ventanales y vidieras, rosetones y elementos complementarios... Están por todas partes cuando aprendemos a verlos.
En la planificación urbanística de muchas ciudades renacentistas se tenía en cuenta esa misma conformación. En la arquitectura urbana, han sido base de diseño recurrente a lo largo de siglos. Las fuentes de muchas plazas, sin ir más lejos, nos dan frecuentes muestras de ello.
¿Cómo es posible que los encontremos de oriente a occidente, en todas partes y en todas las épocas?
Porque su estructura está presente en la naturaleza, en nosotros mismos, en cuanto nos rodea y de muchas maneras.
Las flores, interna y externamente, son mandalas y son muchos los vegetales y elementos que siguen estructuras circulares y en espiral, como las disposiciones de las hojas de árboles y arbustos, o las piñas de los pinos, por ejemplo. Los mandalas y la Geometría Sagrada van juntos,  a veces abrazándose y otras dándose la mano...
También nuestras propias células, podemos verlas como mandalas. Y los átomos de los que están formadas, su núcleo y sus partículas, son verdaderos mandalas en movimiento.
Nuestro sol y sus planetas alrededor, los sistemas de los soles y las galaxias también se organizan y se mueven por el cosmos de forma circular, espiral y elíptica, mandalas y más mandalas, desde el átomo hasta el infinito.
¿Y qué es el zodíaco sinó un mandala?
Estamos rodeados de mandalas, en cierto modo, todos y cada uno de nosotros también somos mandalas vivientes.

Una vivencia mandálica


…Madrid. Parque del Oeste. Una tarde de finales de julio…
Había ido en metro hasta Moncloa y encontrado un sitio en que vendían papeles de acuarela estupendos.
Camino unos pasos por el parque y encuentro una mesa con bancos a ambos lados. Ideal. Plena de luz y a resguardo del sol. Es la única libre, como guardada para mí. Alrededor corretean niñas y niños. Me siento, despliego mi arsenal de lápices, papeles, reglas, colores, compás y acuarelas. Disfruto. Sin timbres, sin límites, sin reloj. De pronto oigo sólo los pájaros pero no el bullicioso griterío infantil. Se me han acercado curiosos. Han hecho un corro en torno a mí. Tendrán entre ocho y diez años. Sus ojos de maravillado asombro confieren un incalculable valor al mandala que llevaba empezado y que acabo de terminar. Movida por su generoso interés, ofrezco traer mandalas al día siguiente para que ellas y ellos coloreen. Voces de adultos nos sacan del ensueño. Está atardeciendo. Quedamos mañana, a la media tarde, en esa misma mesa.
Aún no ha bajado el calor de julio en Madrid cuando acudo a la cita. Cinco han venido iluminados de sonrisas. Pero no queda una mesa libre. La “nuestra” está ocupada por un adolescente de tez morena y rasgos africanos que debe rondar los dieciséis. Saludo y le pregunto si habla español. Asiente. Con delicadeza le pregunto entonces si nos permitiría compartir la mesa bajo promesa de no molestarle. En un español sin casi acento nos acepta gentilmente. Nuestro despliegue invade el espacio, pero él no se molesta. Reparto los mandalas, le ofrezco uno que rehúsa. Explico cómo colorear siguiendo mi táctica particular y pasados unos momentos los siete estamos inmersos en el divertido universo particular de los mandalas. El joven ha tomado el que antes rehusara. Desaparecemos del mundo del espacio y del tiempo. Hasta que las voces de los adultos vuelven a sacarnos del ensueño. Está atardeciendo.
Apenas un puñado de lápices acuarelables, dos o tres pinceles y un único vaso de agua. Ha alcanzado para todos. Si algo ha escaseado, serían las palabras. Ni una disputa, ni un desacuerdo. Sólo la fascinación de compartir juntos lo que había en esa deliciosa tarde mágica, en Madrid, un verano.