Desde niña he podido vivir y saborear un regustillo especial cuando se acercaba la Navidad. Como si fuese más fácil ser todos más buenos.
Luego, con los años, he ido viviendo y observando, dándome cuenta de que hay montones de gentes que por múltiples y diversas razones, todas ellas muy respetables, aborrecen la navidad y todo lo que conlleva.
Y no obstante, en mi corazón, cuando se acerca el solsticio de invierno, esa energía especial, que me agrada llamar "el espíritu de la Navidad", se despierta, se activa, se engrandece. Algo hay, algo ocurre de extraordinario al margen de tanta comercialización. Algo que merece ser nutrido y disfrutado. Para ello puede ser útil el dibujo de mandala que hoy ofrezco:
Entrega de Alas de una madre a su hija
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Miriam recibió la entrega de sus Alas Mandálicas Cielo y Tierra, en casa
Paraíso, de la mano de su Madre.
Un acto amoroso y simbólico de darle A...
Hace 1 año
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